Cine y función imaginaria.
Es interesante la discusión que puede llegar a sostenerse a partir de la consideración de la función social que el cine podría cumplir. Jonathan Beller, especialista en cine y cultura, define un modelo de interacción cine-individuo que proviene de los inicios y que ha ido especializándose en las diferentes fases del capitalismo. El proceso generó una modalidad de captación de la atención que ha derivado en formas complementarias y alternativas: la televisión, los videojuegos e internet. En suma, habría una “economización de los sentidos”; la manipulación de la subjetividad bajo la lógica multiplicadora y acumulativa del capital.
A partir de estos planteos, nos surgen algunas interrogantes: qué función cumple el cine?, sólo puede concebirse como una herramienta más al servicio del sometimiento de las conciencias o podría operar como instrumento liberador?
No vamos a meternos con otras formas de captación de la atención por intermedio de imágenes; sólo nos ocuparemos del cine cómo espectáculo de masas. Considerado en estos términos, podríamos decir que no necesariamente la relación es unidireccional. Plantearla de este modo, nos conduciría hacia poderosos intereses comerciales, que se aprovecharían de la subjetividad de una época para hacer dinero brindándole lo que necesita. Sería como una especie de explotación de la psiquis humana, en términos de satisfacción de fantasías inconscientes, donde las identificaciones jugarían un importante papel. Sería colocar la flecha en un sentido. Entender los hechos en términos de una influencia unidireccional que no es afectada en sentido contrario: el espectador es pasivamente manejado para hacer dinero. No habría posibilidad de una relación dialéctica que genere un plus social, en tanto transformación, más allá del control de los implicados (industria y espectador). Nos parece que estos hechos conforman procesos sociales complejos y, como tales, terminan produciendo circunstancias aleatorias (en sentido de no previstas) que introducen cambios sociales en el sistema socio-económico-cultural. Desde luego, hay más factores sociales en juego; considerarlos excede el objetivo de este humilde trabajo. Por lo tanto, queremos decir que, si bien existe un poder más allá del espectador, que se aprovecha de sus tendencias imaginativas en beneficio propio, también hay una contratendencia: el cine de autor. Nos proponemos resaltar la importancia de la introducción de este concepto, debido a la encomiable labor de los críticos franceses de Cahiers Du Cinéma.
Más allá de las discusiones acerca de la posibilidad de que la producción fílmica pueda ser o no identificada como perteneciente a uno o varios autores, lo importante es lo que el debate genera. Dos tipos de propuestas son las consideradas, lo cual equivale al surgimiento en la conciencia humana de una nueva realidad conceptual, que hace pensable otras maneras de ser y experimentar lo cinematográfico. Se vuelve posible el sujeto crítico. El espectador tiene la gran oportunidad de volverse conscientemente activo, aunque, claro está, no siempre puede hacerlo. Puede “elegir”: o es manejado por el deseo y la imaginación o toma el control y utiliza la experiencia a su favor. Por supuesto, estas instancias son “opciones” de las que no todo el mundo puede hacerse cargo, pero al menos la oportunidad se vuelve visible, cobra existencia real, sea o no divulgada.
Las dos propuestas que venimos tratando se vinculan, en primer término, con el fuerte deseo de consumo (lógica del sistema que nos afecta a todos) y, en segundo, con un fuerte deseo de aprendizaje desde la experiencia como espectador. Tenemos así, al cine entretenimiento y al cine objeto de pensamiento y análisis. Son dos posibilidades experienciales que exigen a nuestra imaginación roles diferentes.
En el primer caso, somos presa de la satisfacción inconsciente de nuestros deseos y nos sentimos fuertemente identificados con héroes y heroínas del momento, coincidentemente con papeles socialmente valorados. Es la satisfacción plena y pura que, ex profeso, nos brinda el filme. Una mera y placentera imagen para regocijo de nuestro ego: nos creemos que somos y vivimos la ficción.
Por otro lado, tenemos la “opción” de una experiencia diferente, sabemos que vamos a ver un producto comercial o una película con valores artísticos. Podemos diferenciar y asumir una postura crítico-reflexiva en ambos casos. Eso no significa que no nos podamos identificar con algún aspecto del filme, lo interesante es que, si esto ocurre, podemos detectarlo y comprenderlo (autoconocimiento). La imaginación puede cumplir dos funciones: actúa y la descubrimos en su accionar y/o, en conjunción con la razón, genera la capacidad reflexiva necesaria para construir sentido. Los dos casos ofrecen un grado de distanciamiento que me permiten diferenciarme y reconocerme en lo que soy, más allá de la experiencia de visionado.
La imaginación repite o construye. En el primer caso se aviene a lo que se le ofrece en la imagen: satisfacción por acción del principio del placer. Es una marioneta multiplicadora de ganancias en dinero. En el segundo, la imaginación desarrolla todo su potencial inventivo guiada por la razón, dentro del principio de realidad. Aclaremos que, construir sentido no es producir verdad, es generar contenidos útiles por intermedio de un disparador: la película. La verdad no está en ninguna parte y mucho menos en el cine. Hay intencionalidades en juego que en buena medida escapan al control del creador (director) y el intérprete (espectador). Están presentes o son asignadas al filme y conforman parte del significado, que dicho sea de paso, siempre es atribuido y nunca sabemos hasta donde es completamente real o no. Finalmente, es posible un cambio en las grandes masas, que permita la utilización del cine en beneficio del desarrollo humano y no de los bolsillos de las productoras?
La respuesta está en la creación de conciencia a partir de la educación, no en cuanto a qué tipo de cine ver, sino en cuanto a cómo visionarlo. La clave es la actitud hacia el producto y no el tipo de producto a consumir; lo demás llega solo. Cuando un individuo concibe la producción fílmica de forma crítica ya es mucho más probable que se incline a ver cine de calidad. Un cine destinado no al consumo sino a la trasmisión de conceptos y valores desde una propuesta artística. Un cine que considere al humano desde la perspectiva de sujeto inteligente y no de objeto pasible de ser explotado en aprovechamiento de su carencia de voluntad consciente. El cine es para comprender, el cine es para aprender.