El “yinlingzhe” parece no tener cabida en el conflicto Pal-Isr
La creciente implicación de China en Oriente Próximo sigue suscitando preguntas intrigantes. Todo empezó con la asistencia a bombo y platillo del presidente chino Xi Jinping a la Cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en diciembre de 2022. Tras esa reunión, Xi logró mediar entre los archienemigos Arabia Saudí e Irán en marzo de 2023, firmando una serie de lucrativos acuerdos en la región.
Posteriormente, la propuesta de mediación del ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, para una solución de dos Estados al conflicto palestino-israelí avivó nuevos debates sobre si China podría resolver este ancestral conflicto. Algunos expertos se apresuraron a elogiar el liderazgo chino, afirmando que Pekín se está acercando a las naciones de Oriente Medio. Sin embargo, es demasiado pronto para el “optimismo” en esta fase. La propuesta de mediación de China no es la primera, ni será la última. Pekín parece más impulsada por las elevadas ganancias económicas y las perspectivas de creación de imagen que por cualquier otra consideración.
Convertirse en pacificador es una de las formas más rentables de afirmar el prestigio en la escena internacional. El rotundo éxito de China en la descongelación de las tensiones entre Teherán y Riad condujo a la reapertura de embajadas. Aunque es prematuro afirmar que este paso ha dado lugar a una completa desescalada en la región, China ha acaparado sin duda el protagonismo.
Algunas fuerzas palestinas esperan aprovechar esta reserva diplomática, alabando la postura pro palestina que China mantiene desde hace tiempo y su alentador llamamiento a poner fin al conflicto. Desde la perspectiva de Pekín, la causa palestina está a la vanguardia de las luchas mundiales contra la injusticia y podría ser un excelente refuerzo de la imagen de China. Este movimiento encaja bien con el lema “yinlingzhe” (Estado líder) de Xi Jinping, una postura proactiva en política exterior que diverge significativamente de la diplomacia tradicional china basada en la no injerencia.
A Pekín también le anima el fracaso de los mecanismos internacionales dirigidos por Occidente, como las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad de la ONU y la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que han demostrado su ineficacia y no han ido más allá de la cautela y el asesoramiento en relación con la cuestión palestina. Esta situación permite a China establecerse como líder mundial a la hora de abordar las injusticias globales y ser percibida como una alternativa prometedora al orden basado en normas.
Tal y como la articula Xi Jinping, la visión de la política exterior china hace hincapié en conceptos como la paz, la no injerencia, el respeto a la soberanía y la integridad territorial con fines retóricos. Sin embargo, bajo estos principios aparentemente nobles subyace una clara intención de excluir a Estados Unidos.
El otro factor determinante en esta compleja ecuación es Israel. Es ilusorio creer que Israel pueda desvincularse de Washington en un futuro próximo, poniendo así en peligro tales ambiciones excluyentes.
Además, la idea de que el liderazgo chino pueda llenar el vacío dejado por la retirada estadounidense de la región es una ilusión. Es como una jugada de póquer de farol para el Sr. Xi, en la que puede ganar independientemente del resultado. Aceptar su propuesta resolvería un importante enigma y dispararía su prestigio, mientras que el rechazo o la ambivalencia no harían sino mejorar su imagen como alguien que busca la paz y la resolución de conflictos.
Cooperación económica China-Israel
Al mismo tiempo, la cooperación económica de China con Israel está en auge. En cuanto al comercio, China es el segundo cliente de Israel, con una cuota de exportación de 4.680 millones de dólares en 2022, y el mayor destino de las importaciones de Israel, con un volumen de 19.450 millones de dólares. El comercio bilateral está conformado principalmente por infraestructura, alta tecnología y tecnología agrícola, y las facetas de tecnología e industria de defensa de este comercio representan la mayor preocupación para Washington. Esta preocupación se ve acrecentada por los incidentes de PHALCON en 2000 e IAI HARPY en 2004, en los que Israel se enfrentó a una inmensa presión por parte de Estados Unidos para que no vendiera productos de defensa aérea a China.
Sin embargo, al margen de estas líneas rojas, los lazos comerciales se fortalecieron a medida que Netanyahu daba prioridad a las preocupaciones de seguridad nacional y diversificaba los mercados de exportación del país, potenciando el comercio con Pekín sin alienar a Washington.
Mientras tanto, en la evolución del sistema internacional hacia la multipolaridad, las iniciativas de China en Oriente Medio están impulsadas por un énfasis retórico en la cooperación económica, una situación beneficiosa para todos y la prosperidad común. Esta retórica amplía el poder blando de China a medida que Pekín llama a la puerta de la región, con el objetivo de mantener sus intereses a largo plazo sin poner en peligro sus logros.
Aunque la oferta china de mediación en el conflicto palestino-israelí no es novedosa, no figura entre sus principales objetivos regionales. China se centra principalmente en los contornos del sistema internacional y en quienes dibujan esos contornos, más que en zonas de conflicto o actores políticos concretos.
Incluso si Pekín consiguiera la tarea aparentemente imposible de persuadir a Tel Aviv para que se siente a la mesa de negociaciones, la complejidad de la parte contraria sigue siendo un reto, y es muy poco probable que los métodos de mediación de Xi sean lo suficientemente inclusivos como para conceder escaños a Hamás y a la Yihad Islámica Palestina o a cualquier otro grupo significativo.
De ahí que pueda decirse que los reiterados llamamientos de China a la reconciliación y la visita del presidente palestino Mahmud Abbas no son más que maniobras calculadas para anotarse algunos puntos a costa de la causa palestina.