Maradona no es mi dios.
“No estoy dispuesta a darle un minuto de silencio a un abusador doméstico y no a las víctimas”.
Paula Dapena se sentó y le dio la espalda a Diego Maradona.
En nombre de muchas, muchos y de nadie. Paula hizo lo que muchos querían, porque les importa una mierda el fútbol, porque no entendemos como 10,000 personas salen en medio de una crisis por Covid19 en Argentina a llorar a un drogadicto que hizo todo mal, mal ejemplo a los niños, mal ejemplo a los deportistas, mal ejemplo a sus fanáticos, mal ejemplo como esposo, mal ejemplo como persona ché, anda a cagar.
Paula se convirtió en cuestión de segundos en un símbolo para los que estamos en contra de ese fanatismo necesario en el pueblo, no solo latinoamericano, sino mundial. Entiendo la necesidad de idolatrar en conjunto para sentirse parte de un ente colectivo pero puedes respetar al pueblo Argentino, a los médicos, a los enfermeros, a los que probablemente te estarán atendiendo porque no puedes respirar en cuestión de días.
Que la van a matar dicen, de Napoli, de Argentina, de España, no se puede matar, no se puede parar, a Paula le nace, como me nace el pelo en la barbilla, como me nace sangre cada 28 días, como me nace la necesidad de putear y tirarle la puerta al vecino que canta ‘‘Diego ne part pas, Diego ne part pas’’.
Todo es cuestión de ideales; te respeto, respeto a tu ídolo, respeto a su familia, respeto a los fanáticos, respeto la necesidad de sentirse parte, pero tengo mi necesidad de hablar, como lo hizo Paula, sin una palabra, sin un solo comunicado, Maradona no es mi dios.