El vaso Trump: ¿Medio lleno o…?
Ayer, Joe Biden juró como nuevo presidente de Estados Unidos y asumió el cargo en Washington, donde estuvieron presentes 25.000 efectivos de la Guardia Nacional para repeler cualquier posible acto violento.
Sin embargo, parece imposible decir que estas espantosas imágenes en la capital de un gigante mundial, que se autodenomina “patrón de la democracia”, ya pasaron y que todo será como antes.
Después de todo, lo que sucedió en el país el año pasado causó profundas heridas en muchas áreas, desde la política hasta la libertad de prensa y expresión.
Hemos visto que la “prensa libre”, presentada como el pilar más importante de la democracia institucional ideal en el país, no es diferente de la de China o Rusia. En el proceso, las redes sociales, que son exportadas por Estados Unidos al mundo, también han sido desenmascaradas. Las plataformas de redes sociales recurrieron a la censura contra Donald Trump de una manera sin precedentes, demostrando que, al igual que los principales medios de comunicación, son los custodios del establishment estadounidense.
Pero la verdadera herida la infligió una campaña de linchamiento que se lanzó días antes de que Trump, que recibió el voto de 74 millones de estadounidenses, dejara el cargo. Todavía se desconoce quién organizó la redada del Capitolio, pero se culpó a Trump. Sus declaraciones para reprimir incidentes y condenas posteriores (también las maldijo en su discurso de despedida) fueron encubiertas sistemáticamente.
Además de Trump, millones de sus votantes fueron criminalizados, demonizados y humillados. La conspiración del Capitolio le dio al sistema la más fuerte de las excusas que no pudieron encontrar durante los cuatro años de Trump en el cargo. Los políticos y las instituciones aceleraron el proceso de juicio político de Trump sin siquiera tomar su declaración.
No está claro cuál será la decisión de la Cámara de Representantes o cómo resultará el proceso judicial, que se espera que continúe durante el mandato de Biden. Pero el objetivo es claro: sacar a Trump del escenario político. Si obtienen lo que quieren, podrán evitar que Trump se postule en 2024. Aquellos que piensan que el problema es solo sobre la intimidación de Trump están equivocados. Por un lado, el genio está fuera de la botella.
Con Trump, los de la periferia se han vuelto más visibles y han visto que su sueño de estar en el centro de la política puede hacerse realidad. Han llegado a creer que el juego político en el país, que ha consistido en un traspaso simbólico entre los partidos republicano y demócrata durante años, podría cambiar.
No parece políticamente muy realista esperar que Trump, que logró la mitad de los votos del país en cuatro años, se rinda mientras hay un apoyo tan obvio. Dado que los ataques en su contra se intensificarán durante la era Biden, Trump parece no tener más remedio que luchar.
Trump también transmitió importantes señales en su discurso de despedida, en el que dijo: “Estoy especialmente orgulloso de ser el primer presidente en décadas que no ha iniciado nuevas guerras”.
“Ahora, mientras me preparo para entregar el poder a una nueva administración el miércoles al mediodía, quiero que sepan que el movimiento que comenzamos apenas está comenzando”, agregó.
Trump tiene fuertes herramientas alternativas para la oposición, como nuevas iniciativas de partidos y medios. Veremos con cuáles se adherirá.
Lo que es seguro por ahora es que Estados Unidos se ha dividido en dos, lo que conducirá a una sacudida impredecible en todo el mundo.