Los engendros de la ignorancia.
¡Qué manía la de ciertos energúmenos bípedos de destruir obras milenarias, iglesias históricas y cementerios con sus símbolos religiosos artísticamente tallados en piedra..! No se difieren de La langosta que cuando aparece destruye todo a su paso. Con esa actitud, esa clase de gente, no sólo atacan adrede los símbolos religiosos, sino también a la humanidad entera, porque esas obras artísticas le pertenecen a la historia de la humanidad y, como ellos carecen de expresiones artísticas, no forman parte de la cultura universal; tampoco les interesa. Son los mismos que en Siria destruyeron Palmira; los mismos que bombardearon escuelas, hospitales, maternidades, iglesias y monumentos artísticos, profanaron cementerios en Artzaj (Nogorno Karabaj). Y a no olvidarse; algo similar aconteció durante las invasiones españolas y portuguesas con el arte indígena del Continente Rodeado por Aguas. La diferencia era que sus adornos y joyas no eran de piedra; las podían transportar. Las fundían en lingotes y las enviaban a España para adornar las arcas de los reyes. Si trepamos la historia, nos encontraríamos con que grandes y monumentales obras talladas en rocas con la imagen de Buda han sido ultrajadas y desfiguradas por energúmenos de una misma mentalidad y calaña de esos últimos. En las provincias armenias, usurpadas por Turquía, todas sus iglesias fueron profanadas, quemadas y destrozadas, y otras, convertidas en establos o algo peor. Son pueblos que jamás aportaron nada a la cultura de la humanidad; para ellos la cultura es destruir por instinto, no obstante su religión. Se ha comprobado que los seres más crueles suelen también ser tiernos y afectivos. Es la descomposición de la personalidad de los descendientes de las tribus de energúmenos y salvajes. Hoy lucen trajes y corbatas para impresionar, pero cuando se despojan de ellos, vuelven a su esencia primitiva; la de los inadaptable de siempre. Un pueblo confeccionado por varias tribus de turcos salvajes que comenzó con el padre del actual Dictador de Azerbaiyán que acaparó fortuna robando durante la era soviética y cuya dinastía data de apenas ciento y pico de años, armó un Estado sobre una tierra donada por el Soviet Supremo conteniendo mar, agua y petróleo. Tal vez su única virtud es la de aparecer ante la prensa vestido de europeo, disfrazado de civilizado. Hoy el mundo occidental le rinde tributo y le tiene consideración por tener petróleo, caso contrario, nadie sabría nada de esas castas de energúmenos turcos tártaros. Después de todo; si esa clase de gente no existiera, el resto del mundo se aburriría, sería como una moneda sin tener su revés. No habría pro ni contra, ni de quien quejarse. La bondad se sentiría huérfana; no se diferenciaría de la maldad. Gracias a esa clase de energúmenos, el mundo se equilibra. Al final de cuentas; éste es nuestro mundo, con víctimas y victimarios. Así fue y así será… No se puede corregir al que cree razonable su propio proceder, como tampoco definir los colores a un ciego.