Los intereses legítimos…
Los días y las noches que siguieron a la captura de Kabul por los talibanes y al colapso del gobierno afgano han sido extraordinariamente tranquilos. Y, sin embargo, en este momento de relativa quietud, los afganos se enfrentan a una realización monumental: ahora viven en un país completamente nuevo.
Al defender su decisión de retirar todas las tropas estadounidenses de Afganistán, el presidente Joe Biden reconoció que los acontecimientos se desarrollaron “más rápidamente” de lo que habían anticipado los funcionarios estadounidenses. Según Biden, eso se debe a que los líderes políticos de Afganistán, incluido el presidente Ashraf Ghani, “se rindieron y huyeron del país”, y “el ejército afgano colapsó, a veces sin intentar luchar”. El general Bismillah Khan Mohammadi, ministro de Defensa interino de Afganistán, defendió a los militares y tuiteó: “Nos ataron las manos por la espalda y vendieron el país”.
Ahora los talibanes tienen el control.
¿Quiénes son los talibanes, la milicia a la que el país más poderoso del mundo gastó más de 1 billón de dólares tratando de derrotar, y qué significará su regreso al poder para los afganos y sus vecinos?
Los talibanes no son una fuerza unificada, sino más bien una colección heterogénea de grupos con intereses en conflicto. Existen diferencias significativas entre el ala política “civilizada” representada por la oficina política en Doha, el clero influyente y los numerosos caudillos militares sobre el terreno. Las perspectivas de los afganos dependen fundamentalmente de qué elementos de los talibanes resulten dominantes. Por eso es fundamental identificar y apoyar a los líderes talibanes más moderados.
La información más reciente sugiere que el cofundador y jefe político de los talibanes, Mullah Abdul Ghani Baradar, se convertirá en el nuevo líder de Afganistán. Se ha posicionado como un líder pragmático, experimentado y reflexivo, capaz de unir grupos talibanes influyentes a su alrededor y negociar eficazmente con actores internacionales. El 17 de agosto, Baradar llegó a Afganistán.
Además, los líderes talibanes también se han comprometido a crear un “gobierno inclusivo”. Según el portavoz de los talibanes, Suhail Shaheen, dicho gobierno incluiría a afganos no talibanes, incluidas algunas “figuras bien conocidas”. Una de esas figuras podría ser el ex presidente Hamid Karzai, que ha formado un consejo de coordinación para gestionar una transferencia pacífica del poder. Ese consejo, que se encuentra ahora en Doha para reunirse con los líderes de los talibanes, también incluye a Abdullah Abdullah, presidente del Alto Consejo para la Reconciliación Nacional del Afganistán, y al ex primer ministro Gulbuddin Hekmatyar.
Irónicamente, este tipo de “inclusión” excluiría a muchos de los segmentos más radicales de los talibanes, aumentando el riesgo de que los extremistas busquen asociaciones con grupos terroristas como Al-Qaeda o Daesh. Pero el mayor riesgo surgiría de los esfuerzos por convertir Afganistán en un estado monoétnico (pastún), basado en una mentalidad de “el ganador se lo lleva todo”.
Es casi seguro que esto reavivaría la guerra civil.
Más allá de construir un gobierno inclusivo, los talibanes necesitarán fortalecer su ejército y fuerza policial y establecer relaciones diplomáticas con el resto del mundo. Entre los amigos más rápidos del grupo probablemente se encuentren Rusia y China. Zamir Kabulov, un enviado presidencial ruso a Afganistán, dice que el Kremlin mantiene buenas relaciones con los talibanes, por lo que Moscú no está preocupado por lo que está sucediendo en el país. En una llamada telefónica reciente, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, le dijo a su homólogo ruso, Sergey Lavrov, que deberían “proteger los intereses legítimos” de sus respectivos países en Afganistán, “informar sobre la situación y apoyarse mutuamente”.
Los talibanes también podrían encontrar socios dispuestos en los vecinos de Asia central de Afganistán. Los líderes de las comunidades de etnia uzbeka y tayika del Afganistán, los señores de la guerra Abdul Rashid Dostum y Atta Mohammed Noor, huyeron del país tras la caída de Mazar-e-Sharif, la cuarta ciudad más grande de Afganistán, que habían estado defendiendo. Muchos comentaristas vieron esto como un rechazo a los talibanes. Pero creo que refleja una falta de voluntad para seguir luchando y espero que ambos hombres regresen pronto a Afganistán.
En términos más generales, los países de Asia central parecen ser cautelosamente optimistas sobre el potencial de cooperación con un Afganistán liderado por los talibanes. Después de todo, Baradar se ha comprometido a no “permitir el surgimiento de una amenaza y peligro de Afganistán” a los países de Asia Central, y ha acogido con satisfacción el plan iniciado por Uzbekistán para construir el ferrocarril del “corredor de Kabul” desde Termez en Uzbekistán a Peshawar en Pakistán a través de Mazar-e-Sharif y Kabul. De hecho, con la desaparición de EE. UU., la visión de una “Gran Asia Central”, con un comercio más abierto y una infraestructura mejorada entre los países de la región, podría convertirse gradualmente en una realidad.
El futuro de Afganistán también estará determinado por la política de Estados Unidos y sus aliados. La derrota humillante y la retirada caótica de Estados Unidos han socavado gravemente su posición internacional. La pregunta ahora es cuánta responsabilidad, si es que asumirá alguna, asumirá Estados Unidos para garantizar el bienestar del pueblo afgano, dado el papel de liderazgo que desempeñó en la destrucción de su país.
Por ahora, la administración Biden dice que está esperando que los talibanes demuestren su compromiso de gobernar de manera inclusiva y prevenir el terrorismo. Pero Estados Unidos y sus aliados deben hacer más para ayudar a los afganos comunes. Dada la falta de confianza de la gente en los socios occidentales, es poco probable que las iniciativas independientes lideradas por occidente funcionen. Los vecinos de Afganistán y Rusia deben participar.
El primer paso debería ser convocar una conferencia internacional especial sobre Afganistán en la que participen todas las partes interesadas, con China y Rusia como actores centrales. Los países donantes deben estar unidos bajo los auspicios del Consejo de Seguridad de la ONU, y con la participación del sistema de la ONU y los bancos multilaterales de desarrollo, deben crear un fondo especial para ayudar en la reconstrucción de Afganistán.
A nivel diplomático, le guste o no a uno, Rusia, con su profunda influencia en Asia Central, tiene la clave para reconstruir Afganistán. Si Occidente acepta este proceso, quizás sus relaciones con Rusia también puedan mejorar.