Enseñar al que no quiere.
El docente de hoy no tiene otra opción que prepararse para enfrentar los desafíos que le corresponden para enseñar al que no quiere aprender. En su libro Como dar clases a los que no quieren, Vaello Orts (2007) nos dice que, en ese sentido, hay que superar dos tópicos o presunciones: pensar que el estudiante está dispuesto y pensar que el profesor está preparado (p. 10). ¿Por qué no quieren? Por falta de cultura de esfuerzo, falta de expectativa del éxito, percepción subjetiva de capacidad, falta de fuerza de voluntad, falta de hábitos de trabajo, problemas personales y/o familiares, presentismo (quieren todo aquí y ahora), brechas cognitivas y socio educacionales. Vaello Orts afirma, además, que a la hora de enseñar al que no quiere aprender, el profesor debe tener un grado de implicación en el que se aporte el máximo posible, pero sin quebranto de su salud emocional (p. 25).
En mi ensayo “El dilema de enseñar al que no quiere aprender. Principal desafío del docente del siglo XXI” (2019), explico cómo los docentes tenemos que enfrentarnos a tal desafío. Duele ver a muchos docentes con enfermedades psicosomáticas por el estrés que provoca enseñar a estudiantes que no solo no quieren aprender, esos irrespetuosos y mal educados que ponen en zozobra a los maestros, sino que, además, no dejan que se enseñe a los que sí quieren. No es nada gracioso escuchar a los maestros decir: “Oh, Dios, en el próximo bloque toca ir a tal curso, ya esto no se aguanta”; y si a eso le sumamos el estrés de unos directivos irresponsables que, casi finalizando el año escolar, aún no cuentan con los registros necesarios para el reporte de calificaciones, planes de clases, etc., y que para colmo llegan solo semanas antes de cerrarse la docencia y además ponen fechas de entrega de reportes antes de tal o cual fecha (por lo general solo unos días); la presión se vuelve insoportable para los maestros, que deben hacer en semanas lo de todo el año escolar. ¿Parece una película de terror? Sí, esto sucede. Actualmente está sucediendo y son cosas que la sociedad de padres no sabe; irresponsabilidad del sistema educativo que no cumple con los plazos, o quién sabe qué negocios tendrá con quienes imprimen estos materiales, que nunca llegan en la fecha establecida. Así que, si sumamos toda esta locura a tener también que ofrecer lo mejor de nosotros en el aula, las escuelas van rumbo a convertirse en manicomios, porque esto ya no se aguanta más.
Es casi imposible que el estudiante aprenda si no quiere. Ahora bien, hay que ver qué es lo que no aprende ¿Nos referimos a que no aprende los temas en clase? Porque si analizamos profundamente nos damos cuenta de que en la escuela hay mucho, pero mucho que aprender. Muchas veces he sido criticada por mi forma de evaluar y entiendo que hay que tomar en cuenta todo lo que hacen o dejan de hacer los estudiantes a la hora de calificarlos, pues hay muchos que tal vez no sean lo mejor a la hora tocar un instrumento, pero ese mismo estudiante es capaz de organizar para que los que sí lo saben hacer lo hagan de la mejor forma. Me han tocado estudiantes de esos que son sumamente haraganes para escribir, pero que son prácticos en otras cosas. Como docentes, debemos aprender a valorar estos detalles para sacar de nuestros alumnos lo mejor.