Los recursos de gas atraerán la codicia y la comunidad internacional debe garantizar transparencia
Mientras los tambores de guerra suenan en muchas regiones del mundo, la paz que abandonó al Medio Oriente durante tanto tiempo acaba de florecer. El nuevo acuerdo sobre su frontera marítima firmado por Líbano e Israel es un paso extraordinario que no puede pasarse por alto.
El presidente francés, Emmanuel Macron, como muchos otros líderes mundiales, ha deseado y esperado en varias ocasiones reformas fundamentales en el Líbano, particularmente en vista de la corrupción desenfrenada que socava el país. La nueva perspectiva de explotar los recursos de gas en alta mar atraerá la codicia. Por eso creo que, respetando la soberanía del Líbano, sus amigos deben tomar una iniciativa audaz.
Los principales patrocinadores (Francia, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos) deberían iniciar discusiones con los otros donantes al Líbano sobre cómo controlar estos nuevos ingresos y los contratos que ya están en negociación. Estas discusiones deben llevarse a cabo en colaboración con el FMI y el Banco Mundial, para garantizar que los ingresos futuros sirvan solo al pueblo libanés.
Varias conferencias destinadas a generar apoyo financiero han sido un fracaso para el pueblo libanés. Los casos recientes de clientes que asaltan bancos para obtener acceso a su propio dinero son una prueba flagrante de las terribles circunstancias en las que viven. Como sucede cuando a cualquier paciente se le da esencial fluidos por transfusión, un nuevo suministro masivo (de dinero en este caso) puede hacer que los fluidos se desvíen y se alejen de los destinatarios legítimos: el pueblo libanés.
Esta vez, deja que la gente se beneficie directamente. Uno podría imaginar un “fondo de energía para el Líbano” bajo la gobernanza internacional, reservando un lugar para las asociaciones en el Líbano que luchan contra la corrupción. El fondo soberano de riqueza de Noruega es un modelo interesante, en un país conocido por su ética y probidad.
Ahora es el momento de garantizar la plena transparencia en la negociación de los contratos, con un mayor control parlamentario. También debemos estar atentos para evitar los conflictos de intereses que estropean la vida política (y no solo en el Líbano), y prohibir a los encargados de las negociaciones tener intereses directos o indirectos en futuras operaciones de hidrocarburos.
Dada la corrupción desenfrenada que socava el Líbano, las protestas y manifestaciones de los libaneses privados incluso de su propio dinero, el enjuiciamiento de los responsables de la explosión del puerto de Beirut llegando a un callejón sin salida por las mismas razones corruptas, y las muchas injusticias que el pueblo libanés ha experimentado, seríamos culpables y cómplices si no actuáramos proponiendo un mecanismo de protección internacional.
Los amigos del Líbano, como buenas hadas, se inclinan con las mejores intenciones sobre la cuna de este histórico acuerdo. Que este milagro diplomático sea una señal de renovada paz y prosperidad en una región que tanto ha sufrido. Que la nueva riqueza sirva al pueblo libanés, no a los políticos sin escrúpulos. Es deber de la comunidad internacional asegurar esto.