Hasta siempre Sr. Bond.

Este año se nos fue el que, sin lugar a dudas, fuera el ícono de la saga del agente secreto 007. Por muchos años se lo identificó en el papel de un estereotipo que marcó una época al interior de una cultura. Sin embargo, el paso del tiempo supo situarlo en la categoría de actor, más allá de identificaciones específicas apegadas a un repetido rol explotado por la industria. Y es que, Sean Connery, años mediante, fue incursionando en desempeños que lo integraron al cine desde un ángulo menos heroico y más artístico, con las limitaciones propias de un cierto encasillamiento en papeles semejantes que logró cumplir a satisfacción. Cosechó premios en varias oportunidades: Oscar y Globo de Oro al mejor actor de reparto por Los intocables, Premio BAFTA al mejor actor por El nombre de la rosa; entre otros. Nació en Edimburgo, hijo de un obrero católico y una empleada doméstica protestante. Se crío en una habitación con baño compartido y sin agua caliente. A los 13 años abandona la escuela y pasa a desempeñarse en un reparto de leche, luego se dedica a pulir ataúdes y colocar ladrillos, hasta que se alista en las Fuerzas Armadas británicas, donde es dado de baja 3 años después por sufrir una úlcera péptica. Fue un escocés bien parecido, de 1,89 metros de estatura que conquistó a las mujeres más bellas del ambiente; de origen humilde, se transformó en buscavidas: conductor de camiones, salvavidas, modelo en el Edimburgh College of Art y practicante de fisicoculturismo. Su salto a la fama lo dio con el agente 007, James Bond; creación del escritor británico Ian Fleming. El Dr. No fue el punto de arranque; Connery se encargó de marcar una pauta representacional que colocó la vara muy alta para sus sucesores y lo estigmatizó durante toda la vida, aunque, no de una manera absoluta, su talento le permitió un reconocimiento, más allá del estereotipo del galán que para todo tiene una solución y todo lo controla desde una seguridad que cautiva a sus partenaires femeninas. Siempre odió el estilo de vida de Hollywood, la pasaba mejor jugando al golf en sus casas de España, Portugal y en el Caribe con Micheline, su segunda esposa, que estuvo con él durante 45 años. Falleció a los 90 años por un paro cardíaco, mientras dormía acompañado de su gran amor, la artista plástica Micheline Roquebrune, quien confió a la prensa el precario estado de salud en que se encontraba su marido: demencia senil que dificultaba su expresión. Nos queda toda una trayectoria en cintas para recordar. Valga la oportunidad para citar su filmografía.